Restaurante Monterosa

¿Qué tienen en común Salvador Allende, una receta de cola de mono guardada bajo siete llaves, una montaña de Italia y el centro de Santiago? La respuesta está en la esquina de Santa Rosa con la Alameda.
Esta es una iniciativa financiado por la Ilustre Municipalidad de Santiago, a través de la Subdirección de Patrimonio y Ciudad, junto con la Corporación para el Desarrollo de Santiago, CORDESAN, con el objetivo de relevar el valor histórico y patrimonial de bares, restaurantes y fuentes de soda de la comuna de Santiago.

Restaurante Monterosa
Ubicación: Avenida Santa Rosa 45, Santiago.
Horario: Lunes a Sábado, 13:00 – 03:00.

Si la fuente de la eterna juventud existiera, estaría aquí, a pasos de la Alameda, donde el mismísimo tiempo se detiene a curar sus achaques y disfrutar de la buena mesa; estaría aquí, llena de gente chapoteando entre brebajes milagrosos y suculentos platos de comida; estaría aquí, rebosante de palabras, risas y penas; estaría aquí, rodeada de almas empinando los codos para celebrar la vida vieja y la vida nueva. Si la fuente de la eterna juventud existiera sería una fuente de soda y se llamaría Monte Rosa.

Han pasado los años, cambiado sus dueños, pero su nombre es el mismo. Monte Rosa nació en 1965 y fue fundado por don Gino, un italiano que decidió bautizar este local igual que el macizo rocoso más grande de los Alpes, casi como un espejo de la cordillera de los Andes. Cuando decidió regresar a Italia pasó a manos de un amigo de él, don Choche, quien luego se lo vendió a don Pepe. Y entre dones y dones apareció Sarita Jaques junto a su marido, Reinaldo Rodríguez, para hacerse cargo de esta montaña de brindis, sánguches y recuerdos.

De esto ya son quince años, aunque parece una vida entera. Sarita y Reinaldo llegaron primero como clientes antes de transformarse en los dueños. Mantuvieron al mismo personal que trabajó desde sus inicios atendiendo al público, de los días de cuando venía Salvador Allende después de reunirse en la logia o de tremendas actrices como Anita González y Silvia Piñeiro con la fuente de bote a bote, visitas ilustres que se mezclaban con la clientela en el fragor de la noche en veladas que parecían interminables. Pero no fue así. La tarde de invierno que abrieron sus puertas se dieron cuenta de que esos momentos se habían marchado junto con un montón de parroquianos, que los modos habían cambiado y las nuevas generaciones bailaban otros ritmos, que para ocupar las sillas y colmar las mesas había que apostar a no perderse más en el tiempo.

Entonces quisieron recuperar aquel espíritu. Dejaron un par de cuadros colgados que contaban la historia de esa ápoca. Extendieron el horario de atención y con su equipo de trabajo retomaron el menú clásico de platos tradicionales y tragos criollos. Salieron las cazuelas de ave y las mechadas, chacareros y perniles en marraqueta; los borgoñas, el pisco sour y el famoso cola de mono, este brebaje milagroso y único en su especie que aquí nos acompaña toda la temporada. Y a punta de trabajo y dedicación en la atención reciben el cariño de la gente que se siente como en el comedor de la casa.

Hoy en día Monte Rosa es visitada por turistas franceses y alemanes que repiten sus platos, por trabajadores y familias que disfrutan de las colaciones y las tardes de once, por jóvenes y no tan jóvenes que alargan las horas nocturnas a la luz de la magia y la bohemia. Hoy en día Monte Rosa es también una fuente de cultura.

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