Restaurante Donde Giuliano

Durante muchos años, todos los camino llevaban al Café Roma. Tras el cierre de la emblemática fuente de soda ubicada en San Diego, Don Giuliano De Luca vuelve a atender el boliche que lleva su nombre. Porque ahora, todos los caminos llevan a "Giuliano".
Esta es una iniciativa financiado por la Ilustre Municipalidad de Santiago, a través de la Subdirección de Patrimonio y Ciudad, junto con la Corporación para el Desarrollo de Santiago, CORDESAN, con el objetivo de relevar el valor histórico y patrimonial de bares, restaurantes y fuentes de soda de la comuna de Santiago.

Restaurante Giuliano
Ubicación: SMonjitas 722, Santiago.
Horario: Lunes a Sábado, 09:30 – 21:30.

Dicen que los hermanos no se eligen y que son para toda la vida. Da lo mismo si son de sangre, de leche o separados al nacer; si son buenos o villanos. Si son como los hermanos Marx, los Pimpinela, Rómulo y Remo o los Parra. Si son de este planeta, animales o incluso bares, así como suena, bares hermanos, como es el caso de Ristorante Giuliano y el extinto Café Roma, dos lugares entrañables descendientes del mismo patrono: don Giuliano de Luca.

Atendido por su propio dueño, antiguamente este local perteneció al señor Gianzini, un paisano que se lo vendió a buen precio y con facilidades a mediado de los años ochenta. En ese entonces ya existía el Café Roma por lo que don Giuliano iba y venía entre San Diego y Monjitas, procurando que el servicio siempre fuera de primera calidad. Sin embargo, este transitar terminó de sopetón cuando hace unos años atrás una inmobiliaria comprara el edificio donde se encontraba junto a otro bar icónico como Las Tejas, obligándolo a bajar las cortinas para siempre. Hubo rabia, tristeza y luto: el hermano mayor de Ristorante Giuliano había desaparecido.

Pero por ningún motivo había que bajar los brazos, algo que don Giuliano y su ristorante homónimo sabían. Si la atención y la calidad de sus productos ya era buena, ahora se redoblaba la apuesta. Desde los cafés del desayuno hasta los chacareros o italianos en la noche, pasando por sus imperdibles del menú al almuerzo: las cazuelas de ave y vacuno, los porotos burros y graneados, lomos a lo pobre y perniles, todos acompaños de algún refresco, cerveza o copón de vino. Tan seguro está de sus platos —nos susurra un rumor desde la cocina— que si el resultado no fue del agrado del cliente, entonces no paga.

Y a la fiel clientela que ya tenía por años se le sumaron muchos parroquianos de San Diego que encontraron aquí una nueva casa. Aquí, la conversa entre parroquianos, turistas y de quienes atienden es la de un gran comedor de mantel largo, donde la armonía y el respeto son sus principales ingredientes. Aquí, saber escuchar es la llave de entrada para la mejor sobremesa del barrio, donde sorbo tras sorbo se esboza una sonrisa cómplice en los colores del tiempo.

Hoy día el hermano menor recuerda al mayor de todo el esfuerzo y desafío que ha significado mantenerse en pie. En el segundo piso de este local, el antiguo letrero luminoso del Café Roma cuelga en una de sus murallas. Aquellas letras azules y rojas sobre el acrílico gastado levantan la memoria de un lugar que fue espléndido frente a otro que con estilo propio se suma a esa atmósfera familiar. Larga vida a Giuliano porque al final del día todos los caminos llegan aquí, y aún quedan muchas historias que escribir.

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