Café Fuente de Soda El Quijote


Esta es una iniciativa financiado por la Ilustre Municipalidad de Santiago, a través de la Subdirección de Patrimonio y Ciudad, junto con la Corporación para el Desarrollo de Santiago, CORDESAN, con el objetivo de relevar el valor histórico y patrimonial de bares, restaurantes y fuentes de soda de la comuna de Santiago.

Café El Quijote
Ubicación: Nataniel Cox 51, Santiago.
Horario:Lunes a Sábado, 09:30 – 02:30

Si hablamos del Quijote inevitablemente se nos viene a la cabeza aquel caballero andante de la triste figura, que luchaba contra molinos de vientos como si fueran gigantes monstruosos e incansable buscaba a su Dulcinea. Si hablamos del Quijote nos acordamos de Sancho, su fiel escudero, que lo acompañó en sus hilarantes aventuras hasta los días de su muerte. Si hablamos del Quijote se nos llenan los ojos de ensoñación, la misma que muchas veces nos lleva a perseguir con locura los anhelos de nuestras vidas. Y aunque el Quijote del que hoy hablamos está en otra parte del mundo, más allá de la Mancha y de los libros, parece ser que su nombre carga con el peso de la historia.

La cosa fue más o menos así: Un joven asturiano con apenas dieciocho años de edad llega a Chile a principio de los años setenta con toda una vida por delante. Su nombre, Adriano Alfonso. Entre idas y vueltas comienza una trayectoria en distintos restaurantes y fuentes de soda; más de treinta años en el Fitz Roy ubicado en la esquina de Victoria con Santa Rosa, la pastelería y cervecería Las Palmeras o el Faro en Apoquindo son parte de una ruta gastronómica que pavimentaron el camino para llegar hasta acá, a Nataniel Cox 51, allá por 1994 cuando Adriano Alfonso —convertido ya en padre de familia— se instalaba en el segundo piso para administrar el Café El Quijote, cuyo nombre ya traía consigo este lugar.

En sus inicios, a mediados de los años cuarenta, fue la confitería del extinto Cine Continental, luego un salón de té e incluso devino en una especie de parrillada. Testigo privilegiado de sucesos tan disímiles como el golpe de Estado o la visita de la “Pequeña Gigante”, a pasos de La Moneda y de otros edificios gubernamentales, ha sido vecino de un cine, un centro religioso y hoy día del Teatro Coliseo, donde sus asistentes disfrutan aquí la antesala y el cierre de cada concierto con cervezas, bebidas y sabrosos completos.

Pero no solo de historia vive El Quijote. El éxito que ha construido su dueño junto con su familia ha sido a punta de trabajo y esfuerzo enfocado en la preocupación por los comensales, por el público, los clientes y parroquianos. La calidad de sus productos habla por sí sola: aquí se come de primera desde el desayuno, el almuerzo, meriendas y cena. Un menú con una alta variedad en sándwich, vienesas y gordas, además de contundentes y equilibrados platos típicos que se ofrecen a medio día junto a las gratas sugerencias del chef. Con un ambiente familiar y ciudadano nos recuerda otra época; sus mesones setenteros y su barra donde la cocina se luce en sus faenas nos lleva a una pausa más que necesaria, esa que arrastra la modernidad y que aquí se detiene para refrescarse con un shop, una copa de vino o una taza de café y tostadas. Como un hidalgo de caballerizas, Alonso ha luchado por cumplir el sueño del fruto que recogen los años.

En palabras de quien quizás sea el vecino más ilustre de la cuadra, Rubén Darío, aquel poeta y escritor nicaragüense que vivió en 1887 en este mismísimo lugar y que una placa lo recuerda, dijo alguna vez: “Don Quijote no debe ni puede morir”.

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